“Si hay algo peor que no orar, es orar de una forma incorrecta” — R.C. Sproul.
Si hay algo de lo que siempre me arrepiento, es de nunca orar lo suficiente. Y es que la oración es más importante que lo que creemos.
Lamentablemente, con frecuencia escucho a personas orar y descubro que oran a un Dios diferente al único y verdadero revelado en la Biblia. Es asombroso todo lo que puedes conocer sobre la teología de alguien leyendo la Biblia.
Mucha gente ora como si Dios no fuese soberano, como si Dios necesitase permiso para obrar, como si Dios no conociese nuestras necesidades, como si mereciéramos ser escuchados por Él, como si Él nos fuese a escuchar por lo mucho que oramos o como si nuestra oración pudiera cambiarlo a Él…
Eso es algo serio porque orar sin tener en cuenta los atributos revelados de Dios no es orar en absoluto. Orar ignorando la cruz de Cristo y lo que ella significa en realidad, ignorando quienes somos realmente y quien es Dios, es como tocar a una puerta cerrada que nunca se abrirá. La única puerta abierta es la que Jesús ha abierto por nosotros.
Basta ver la Biblia para notar que muchas de las cosas que bastante gente dice cuando oran, nunca fueron dichas por los salmistas o los apóstoles cuando oraron. ¿Cómo hacían ellos para orar sin decir las cosas que se suelen decir hoy en día? La respuesta a esa pregunta está en la Palabra de Dios.
R. C. Sproul en una ocasión dijo: “Si quiero saber lo que una iglesia cree, me basta con escuchar lo que canta”. Estoy seguro de que lo mismo se puede decir con respecto a la oración.