“Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora.” Mateo 6:6
De este tipo de oración, habla nuestro Señor en un cuadro, a saber: ‘Y el fuego encendido sobre el altar no se apagará, sino que el sacerdote pondrá en él leña cada mañana… no se apagará.
El fuego del amor siempre estará encendido en el alma de un hombre o mujer devoto y limpio, el cual es el altar de Dios. Y el sacerdote cada mañana debe agregarle madera, y alimentar el fuego; es decir, este hombre por medio de salmos santos, pensamientos puros y un anhelo ferviente, debe alimentar el fuego del amor en su corazón a fin de que en ningún momento se apague.
El equipo para la vida interior de oración es sencillo, aunque no siempre es fácil de conseguir. Consiste particularmente de un lugar quieto, una hora quieta, y un corazón quieto. Se deben dar condiciones, un lugar quieto, Jesús lo buscaba en el monte, donde nada perturbaba. Una hora quieta, una porción de tiempo apartada de las obligaciones del día, protegida de las incursiones del trabajo y de los placeres, y dedicada a Dios.
Un corazón quieto, antes de orar se necesita un tiempo de preparación porque mientras estaba en la Palabra, vi que tenía un corazón salvaje, que era más difícil de soportar y tolerar ante la presencia de Dios en una ordenanza, que un pájaro ante cualquier hombre.
En primer lugar, reconocer que somos aceptados delante de Dios a través de la muerte del Señor Jesús. Es también importante que confesemos y recibamos del Espíritu Santo la gracia que capacita, sin quien nada es santo, nada es bueno. Porque es él quien nos enseña a clamar: “Abba, Padre”.
ORAMOS: Señor nada tiene sentido sin comunión y recibir tu cálida gracia cada mañana, hoy se renueva tu gracia en mí, amen.
APLICACIÓN: Los agujeros de entrada que el corazón tiene en el tiempo de oración; nadie sabe cuántos desvíos y callejones tiene el corazón para apartarse de la presencia de Dios, pero tú persiste y triunfarás.