“TODO LO QUE PIDÁIS ORANDO, CREED…Y OS VENDRÁ” (Marcos 11:24)
Cuando ores:1) Pon tu fe en marcha.
William Ward comenta: “Cogemos un sobre, le ponemos la dirección y el sello y lo enviamos con la total seguridad de que llegará a destino. Sin embargo, dudamos de si Dios escuchará nuestras oraciones, un Dios que siempre ama y que siempre está ahí”. Ponle un poco más de confianza a tus oraciones. Dios no responde a tu necesidad sino a tu fe.
Jesús dijo de los fariseos “que piensan que por su palabrería serán oídos” (Mateo 6:7). ¿Has oído la versión de los abogados de la oración “el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”? (Mateo 6:11): “Diligentemente solicitamos, instamos y suplicamos que se haga entrega de la provisión debida y adecuada a día de la fecha anteriormente detallada a efectos de satisfacción de la necesidades nutricionales del demandante, así como para la organización de tantos métodos de reparto y distribución como se consideren necesarios y oportunos con el fin de garantizar la recepción por y para dicho demandante de tal cantidad de productos cereales (en adelante, “pan”) y que, a juicio del anteriormente mencionado demandante, constituya una cantidad suficiente”. ¡Son más de ochenta palabras! ¡Jesús sólo usó ocho! A veces, lo más efectivo es orar corto e ir directo al grano.
3) Sé específico.
Jesús dijo: “Todo cuanto pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará” (Juan 16:23). La ventaja de ser específico es que sabes cuando Dios responde. El familiar por el que orabas se salva, o una enfermedad se cura. Cuanto más explícito seas, más atento estarás a las respuestas, lo cual significa que puedes ser más específico al darle las gracias a Dios.
“CUANDO ORES, ENTRA EN TU CUARTO, CIERRA LA PUERTA” (Mateo 6:6)
¿Alguna vez has intentado conversar con un niño de 2 años? Cuando vas a mitad de frase, decide que es un buen momento para jugar con sus juguetes o perseguir al perro por la casa. A veces tratamos así a Dios. Le damos unos minutos apresurados y nos acordamos un poco de Él aquí y allá pero no le dedicamos tiempo ni buscamos un lugar para prestarle plena atención. Nos olvidamos de que el lugar de la oración es también el lugar de la respuesta a la oración. Nuestro problema es “la guerra de los pensamientos y las divagaciones”. Cosas olvidadas de repente “desfilan” por la mente requiriendo nuestra atención. Como dijo Santiago, si somos “de doble ánimo”, no recibiremos respuestas a nuestras oraciones (Santiago 1:8).
¿Qué podemos hacer?
1) Ora en voz alta.
Así, le cuesta más a tu mente divagar. Quizá te sientas incómodo al principio, pero enseguida te acostumbrarás.
2) Anota los pensamientos que te distraen.
Cuando te vayan llegando otras ideas a la mente, escríbelas y olvídate hasta más tarde. Y si no consigues dejar de pensar en algo, preséntaselo a Dios en oración.
3) Ten un diario.
A veces no sabemos qué queremos o cómo nos sentimos respecto a algo hasta que lo ponemos por escrito. Entonces, como si fuera un espejo, ves tus necesidades y tus ansias más profundas delante de ti, y de Dios. Háblale de tus anhelos y deja que Él los purifique. Menciónale tus tentaciones y deja que Él te fortalezca. Cuéntale tus rencores y deja que Él te perdone y te ayude a perdonar a otros. No hay mayor privilegio que la oración, así que no la descuides.
“PEDID TODO LO QUE QUERÁIS” (Juan 15:7)
Jesús dijo: “Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis y os será hecho”. Para recibir respuesta a tus oraciones, debes:
1) Hacer de Cristo el centro de tu vida.
“Si permanecéis en mí”. Juan estaba lo suficientemente cerca de Jesús como para recostarse en su pecho, pero Pedro “lo seguía de lejos” (Lucas 22:54). ¿A qué distancia quieres estar de Dios? Depende de ti.
2) Llena la mente de Escrituras.
Cuando oras con la Palabra, se activa la fe, el diablo se retira como lo hizo con Cristo en el desierto, y puesto que estás orando de acuerdo con Su voluntad, Dios responde. Por eso, pregúntate: ‘¿Lo que pido concuerda con las Escrituras? ¿Encajará con mis dones? ¿Me acercará a Dios? ¿Qué me corresponde hacer a mí? ¿He obedecido al Señor?’. Ahora bien, cuando ores diciendo: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (Mateo 6:11), lo más seguro es que Dios no haga llover comida del cielo, pero sí te dará oportunidades que debes aprovechar y actuar en consecuencia. Las palabras “orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17) significan que hace falta estar en la presencia de Dios el tiempo necesario para que Él responda a tu oración o cambie tu petición.
3) Antes de pedir, examina tu corazón.
“Si mis intenciones fueran malas, Dios no me habría escuchado” (Salmos 66:18 TLA). Hubo que acabar con el pecado de Acán antes de que Israel pudiera entrar en la Tierra Prometida (Josué 7:10-26). ¡Y lo mismo ocurre contigo! En cuanto te des cuenta de tu pecado, confiésalo, luego da por hecho de que Dios te ha perdonado y sigue adelante.
“BUSCAD SU ROSTRO CONTINUAMENTE” (1 Crónicas 16:11)
La base de una buena relación es ser sensible a las necesidades del otro, y para ello tienes que darle preferencia a la persona y pasar tiempo juntos. La diferencia entre estar un “ratito” con el Señor y un buen tiempo con Él es la misma que hay entre pasar por el McDonald’s y disfrutar una velada en un restaurante elegante. Muchos de nosotros subsistimos a base de comida espiritual basura, sin probar nunca el banquete que Dios nos tiene preparado. La Biblia dice: “Buscad Su rostro continuamente” (1 Crónicas 16:11). ¿Has aprendido a estar en la presencia de Dios y disfrutarla?
A la hora de orar, todos nos enfrentamos a dos impedimentos:
1) La falta de deseo.
Nos quejamos de que no tenemos tiempo, pero la verdad es que hacemos hueco para lo que nos importa y disfrutamos. Si quieres empezar una vida de oración efectiva, deberás estar dispuesto a sacrificar ciertas cosas.
2) No sabemos cómo hacerlo.
Encuentra un sitio sin distracciones. Llévate la Biblia y un bloc de notas. Ponte música de adoración, pues ayudará a cambiar el ambiente espiritual del lugar. Haz lo que funcione en tu caso. ¡Y sé paciente! A veces cuesta semanas o meses coger un hábito, así que disciplínate, pues merece la pena. Y recuerda, la oración es una calle de doble sentido. No se trata de ver cuánto l e puedes decir a Dios, sino también de aprender a escucharlo.
“YENDO UN POCO MÁS ALLÁ” (Mateo 26:39 CST)
Jesús se apartó de la multitud y de los doce discípulos. En Getsemaní incluso se separó de los tres más allegados, y se fue “un poco más allá” y se postró y oró: ‘no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres Tú'” (Mateo 26:39 CST). Ahí, cara a cara con Su padre, fue donde halló las fuerzas para aceptar la voluntad de Dios para Su vida. Hoy Dios te dice: ‘La fuerza para lidiar con esta crisis y la sabiduría para saber qué hacer la obtendrás si vas un poco más allá. Quédate en mi presencia un rato más y profundiza en Mi Palabra. ¡Ay si supieras qué cerca estás de recibir la respuesta!’. A Jesús le quedaban pocas horas para la cruz, pocos días para la resurrección y estaba a punto de crear la iglesia.
¿Te encuentras en tu Getsemaní? A veces cuesta rendir tu voluntad a Dios, ¿verdad? Mira a Jesús. Antes de que el Cielo hubiera aceptado el sacrificio de un cuerpo quebrantado, demandaba el sacrificio de una voluntad quebrantada. ¿Te has rendido a Dios? ¿Por qué confiamos en los demás tan fácilmente cuando Dios anhela que confiemos en Él? Vas a un médico cuyo nombre no sabes pronunciar bien, te da una receta que no entiendes, la llevas a un farmacéutico que no conoces, compras medicamentos que no comprendes y te los tomas tan tranquilo. ¿Por qué te resulta mucho más fácil fiarte de estos “desconocidos” que de Dios que es fiel en todo? La respuesta está en aquello en que pones tu confianza. La confianza viene de conocer a una persona íntimamente, de escucharla y de pasar tiempo con ella. Y no es algo rápido; lleva su tiempo.