La oración modelo de Jesús es el modelo perfecto de esta clase de oración (Mateo 6.9–13). Las enseñanzas de Cristo que preceden y siguen esta oración nos deberían enseñar de qué manera debemos orar. Cristo prohíbe las “vanas repeticiones”. Aun en la oración pública debemos dirigir nuestra oración a Dios y no a la gente que nos escucha. Dios no necesita la elocuencia ni las oraciones largas para convencerlo de que somos sinceros. Todas nuestras oraciones deben brotar de un corazón de fe. Debemos dirigir todas nuestras oraciones a Dios, ya sea o no para que otras personas nos escuchen.
2. Debemos orar por toda la humanidad
(Posiblemente la única excepción a esto se encuentra en 1 Juan 5.16.) Pablo aconseja que se hagan súplicas y oraciones “por todos los hombres” (1 Timoteo 2.l). La Biblia nos enseña a orar por los fieles y los pecadores, especialmente por aquellos que están en posiciones de autoridad y responsabilidad (Efesios 6.18–19; Filipenses 1.8–9; Colosenses 4.3; 1 Tesalonicenses 5.25; 2 Tesalonicenses 1.11; 3.1; 1 Timoteo 2.1–2, 8).
3. Debemos orar con corazones llenos de amor y con un espíritu perdonador
La oración de Cristo en la cruz y la de Esteban en el tiempo de su martirio son ejemplos de cómo debemos orar por los enemigos. Cristo dijo: “Si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6.14–15). La oración aceptable no se mezcla con la malicia.
4. La oración frecuente y ferviente pertenece a la vida cristiana
¿Ha notado usted cuántas veces se encuentran en la Biblia frases como éstas: “Orad sin cesar”, “Velad y orar”, “Orad por nosotros”? La oración es el aliento del cristiano. Cuanto más profunda sea nuestra vida espiritual, tanto más respiraremos. ¿Cómo una persona que profesa tener una fe viva en Dios puede vivir sin pasarse mucho tiempo en oración y aun así afirma que se preocupa por la causa de Cristo y el bienestar del hombre? He aquí sólo unas pocas cosas de las muchas que se pueden recordar en las oraciones diarias: su propia familia, los enfermos en su comunidad, sus pastores, las pruebas y tentaciones que usted y otros enfrentan.
5. Es necesario que haya un buen orden en la oración
La quietud y la reverencia son dos factores importantes en la oración. Recordemos que al orar estamos hablando con Dios. Para evitar la confusión que hay cuando muchos oran al mismo tiempo en voz alta, las oraciones de la congregación deben ser dirigidas por una sola persona a la vez. No debemos permitir que exista ningún obstáculo entre nosotros y Dios. Las cabezas de las mujeres deben estar cubiertas (1 Corintios 11.4–6). Debemos recordar también que las manos que se elevan en oración deben ser “manos santas” (1 Timoteo 2.8).
La postura que adoptamos al orar es importante. Aunque en la Biblia aparecen algunos casos donde la gente se puso de pie para orar, en la mayoría de los casos se arrodillaban ante el Señor y a veces se postraban sobre sus rostros (Salmo 95.6; Números 16.22; 2 Crónicas 6.13). El sólo hecho de inclinar la cabeza no armoniza con la reverencia y humildad que deberían caracterizar toda oración verdadera. En las escrituras también encontramos que muchas personas se arrodillaron cuando oraron: Salomón en la dedicación del templo (1 Reyes 8.54), Daniel bajo una carga pesada (Daniel 6.10), Jesús en Getsemaní (Lucas 22.41), Esteban en el tiempo de su martirio (Hechos 7.60) y Pablo antes de partir (Hechos 21.5). Todo cristiano humilde debe decir: “Doblo mis rodillas ante el Padre” (Efesios 3.14).
6. Cultos de oración
Resulta muy provechoso que los cristianos se reúnan para orar, pero debe ser en un espíritu de adoración. La Biblia menciona varios cultos de oración donde se manifestó el gran poder de Dios (Hechos 1.12–14; 4.23–31; 12.5, 12). Cuando los creyentes oran con sinceridad, pensando y sintiendo de la misma manera, ellos se gozan al hablar con el Señor.
7. El poder de la oración privada
La oración pública fue practicada en el tiempo de los apóstoles y la misma debería ser practicada hoy también. Pero la prueba de fuego no está en la oración pública, sino en las oraciones privadas donde solamente Dios escucha. Los hombres han orado con elocuencia en público y sin tener la más mínima fe ni reverencia. Sin embargo, el que ora en secreto sin tener ningún motivo especial, tan sólo traer sus peticiones al Señor, el mismo será escuchado en el cielo. “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6.6).
La oración es el poder que mueve la mano que gobierna al mundo. Quienquiera que viene ante Dios orando con sinceridad, fe y perseverancia toca el brazo de Aquél a quien todas las cosas le son posibles. Hay montañas de dificultades por todas partes, mas por medio del poder de Dios son movidas por la oración de fe (Mateo 17.20–21). En las cámaras secretas del corazón, donde nadie podrá impedir que nos acerquemos a Dios en oración, hay grandes fortalezas que el diablo no podrá destruir, porque “para Dios todo es posible”.