domingo, 8 de septiembre de 2019

Cómo orar cuando no tengo ganas

A veces pensamos que solo deberíamos orar cuando “lo sentimos” porque si no estamos siendo falsos delante de Dios. ¿Es esto cierto? 
Lo vemos por todos lados. Desde el clásico “sigue tu corazón”, hasta personas sometiéndose a cirugías y tomando hormonas porque sienten que no están en el cuerpo correcto. No hay duda: nuestra generación ha hecho de los sentimientos su dios. Pensamos que la realidad se determina por lo que sentimos, pero la Escritura nos enseña otra cosa. 
Nuestros sentimientos son inestables y poco confiables; como advirtió el profeta: “Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿Quién lo comprenderá?” (Jeremías 17:9). Incluso los expertos seculares se están dando cuenta. Hablando acerca de la motivación, la escritora y conferencista Mel Robbins dice que “en algún momento todos nos creímos la mentira de que te tienes que sentir listo para cambiar”. En su libro The 5 Second Rule (La regla de los 5 segundos) Robbins expone que los cambios que deseamos se logran actuando, no esperando sentirnos motivados para actuar. Si bien los cristianos sabemos que las motivaciones del corazón son importantes, también estamos conscientes de que nuestro ser interior está siendo santificado paulatinamente. En esta vida jamás llegaremos a tener motivaciones puras todo el tiempo. En nosotros hay una lucha. 
Pablo escribió : “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (Romanos 7:19). 
Si estás leyendo este artículo, muy probablemente es porque deseas tener ganas de orar. Orar es el “bien que quieres”. Pero encuentras que muchas veces terminas haciendo el “mal que no quieres”: descuidar tu vida de oración. La tensión es real, pero en Cristo podemos vencerla. 

Camina conforme a la verdad.
Tengo una buena noticia para ti. No tienes que tener ganas de orar para orar. Si has nacido de nuevo, ya tienes todo lo que necesitas para orar y nadie te lo puede quitar. 
El Padre está a tu alcance en cualquier momento gracias a la justicia perfecta de Jesús. 
Tienes un nuevo corazón capaz de amar a Dios, y el Espíritu Santo, quien te guía a toda verdad, mora en ti. 
Tienes la Biblia, la cual te da luz y palabras cuando no tienes ninguna. 
Mientras que el mundo camina de acuerdo a sus emociones, 
los cristianos caminamos conforme a la verdad. 
Estas son las verdades a las que debemos aferrarnos cada vez que busquemos acercarnos a Dios en oración. 
No pongamos primero nuestros sentimientos, que aunque pueden glorificar a Dios, nos engañan muchas veces; no pongamos primero nuestro desempeño, que termina acusándonos cuando hemos sido negligentes. Mientras que el mundo camina de acuerdo a sus emociones, los cristianos caminamos conforme a la verdad. Cuando te sientas tentado “seguir a tu (desanimado) corazón”, predícate la realidad del evangelio. ¡Eres libre! No tienes que tener ganas de orar para orar. 

Pero, ¿no estoy siendo hipócrita? 
A veces pensamos que solo deberíamos orar cuando “lo sentimos” porque si no estamos siendo falsos delante de Dios. Aunque a primera vista parece un argumento razonable, se nos olvida algo importante: la oración es un mandato, no una opción (1 Tesalonicenses 5:17). Imagina que aplicáramos la misma lógica a la pureza sexual. “Le seré fiel a mi esposo cuando tenga ganas”. Ningún cristiano se atrevería a pensar de esa manera. Sabemos que debemos someter nuestros deseos por amor a Dios y a nuestro prójimo. En el caso de la oración es lo mismo. Lo que sentimos no justifica nuestras acciones pecaminosas. Dios conoce nuestro corazón. Podemos ser completamente honestos con Él y decirle: “Señor, no quiero orar, pero quiero querer. Cambia mi corazón y dame deseos conforme a los tuyos”. Él es el más interesado en transformarnos a Su imagen. Él ha prometido hacer la obra en nosotros hasta el final (1 Tesalonicenses 5:23). Nuestro trabajo es perseverar a pesar de lo que sentimos y aferrarnos a la justicia de Cristo cada vez que fallemos. 
Si no tienes ganas de orar, ora. Cada vez que lo haces estás elevando una alabanza que dice: “Yo no soy dios, mis sentimientos no son dios, Tú eres Dios y te necesito”. 

Algunas ideas prácticas 
Lo diré una vez más: si no tienes ganas de orar, ora. Es parte de la lucha espiritual que estás llamado a enfrentar hoy. Aquí hay algunas ideas prácticas para ayudarte a perseverar en esta disciplina: 
Si no tienes ganas de orar, ora. 
Cada vez que lo haces estás elevando una alabanza que dice: 
‘Yo no soy dios, mis sentimientos no son dios, 
Tú eres Dios y te necesito’. 
Ten una rutina: Lejos de depender de la motivación, crear una rutina nos ayudará a ni siquiera tener que preguntarnos dónde, cuándo, y por cuáles cosas oraremos hoy. Ten una hora y lugar determinado para invertir en oración. Pídele a tus padres o cónyuge que te ayuden a guardar ese tiempo cada día, evitando a toda costa llenar ese momento con otras actividades. Es bueno también tener a la mano una lista de personas y cosas por las que quieres orar constantemente. 


Ora la Biblia: Como parte de tu rutina puedes tener preparada una lista de pasajes que te ayuden a dirigir tus palabras en oración. Por ejemplo, puedes usar un salmo al día y orar por tus pastores, familia, amigos, y circunstancias basado en el contenido de ese texto. Donald Whitney explica cómo hacer esto con mucho más detalle en su libro Orando la Biblia. 


Escribe tus oraciones: Uno de los problemas más comunes a la hora de orar es que nos distraemos y perdemos el hilo de lo que estamos diciendo. En este artículo compartí cómo escribir mis oraciones me ayudó a concentrarme durante periodos de tiempo mucho más largos. Puedes combinar esto con orar la Biblia y escribir pasajes que llamaron tu atención en tu lectura diaria; eso te ayudará a aplicar a tu vida el texto y pedirle a Dios que te transforme conforme a lo que aprendiste. 


Rinde cuentas: Aunque tu vida de oración puede ser algo muy personal, eso no significa que tienes que enfrentar las dificultades solo. Eres parte de la Iglesia, y Dios te ha rodeado de hermanos y hermanas que pueden ayudarte en tu caminar. Comparte tus luchas con un creyente de confianza, y pídele que ore por ti en esta área, que esté al pendiente de tu progreso. 


Aprende de otros: No te avergüences de pedir consejo a tus pastores o hermanos maduros en la fe. A veces creemos que somos los únicos que estamos batallando, cuando la gran mayoría de los cristianos hemos pasado por desiertos en la oración. Los que tienen más tiempo en el Señor pueden ayudarte. También puedes encontrar consejo y ánimo en biografías de cristianos conocidos por sus vidas de oración. No olvides asistir regularmente a las reuniones de oración de tu iglesia. ¡No hay mejor manera de aprender a orar que orando! 

Sienta lo que sienta tu engañoso corazón, ora. No dejes que tus emociones te priven del gran privilegio que es acercarte con toda confianza al Padre. Él conoce tus luchas; puedes ser completamente sincero sobre todas ellas. Persevera y verás cómo serás transformado por gracia a través de tus esfuerzos. ¡Dios ha prometido hacer la obra en nosotros! Tú y yo solo debemos confiar y obedecer, sin importar las ganas que tengamos.